Movimiento contra la Europa de Maastricht y la globalización económica
Este texto tiene un carácter de texto abierto, con el objetivo de propiciar el debate. Ha sido consensuado por la Comisión Organizadora, y deberá ser ratificado o matizado por la Asamblea Estatal de 21 de septiembre. Se ruega la máxima difusión.
Declaración Política
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En los últimos años venimos asistiendo, a escala mundial, a una intensificación sin precedentes de los procesos de ampliación de los mercados y globalización económica, que está suponiendo gravísimas consecuencias económicas, sociales y ambientales, para los distintos pueblos y territorios del planeta. Estos procesos están siendo impulsados por las instituciones económicas y financieras internacionales (BM, FMI, GATT-OMC y OCDE, a nivel global; y las instituciones comunitarias en el espacio europeo), en connivencia con las grandes empresas transnacionales y el capital financiero y especulativo europeo e internacional, los nuevos amos del mundo, que son los que fundamentalmente se benefician de los mismos. Estos últimos operan crecientemente al margen y por encima de las estructuras estatales, siendo las políticas de los gobiernos cada vez más una prolongación de los intereses del capital transnacional. La soberanía de los Estados se bate pues en retirada, mientras que se incrementa la autonomía y hegemonía del poder económico sobre el poder político; lo que se traduce, entre otras cosas, en la independencia de la política monetaria de los Bancos Centrales respecto de cualquier tipo de control político y democrático.
Dicha dinámica provoca una concentración de la riqueza cada día en menos manos y una expansión creciente de la precarización, el paro, la marginación social y la exclusión; así como promueve una agudización de los desequilibrios ecológicos, que adquieren ya una dimensión planetaria (cambio climático, deforestación, desertización, agotamiento de recursos no renovables). Todo ello está generando un mundo crecientemente ingobernable, plagado de conflictos, en el que va desapareciendo la esperanza de un mañana para la inmensa mayoría de la humanidad. Esta situación ya no es privativa sólo del Sur, del llamado Tercer Mundo, o de los países del Este, sino que está sucediendo de una forma cada vez más patente también dentro de las mismas sociedades del Norte, incluida la propia Europa comunitaria, que se encuentra condicionada brutalmente por el Tratado de Maastricht. En el caso del Estado español, estos procesos se concretan en la progresiva apertura al llamado libre mercado mundial, y en la integración al denominado "proyecto europeo".
Ambas tendencias están significando una cada día mayor desigualdad en la distribución de la renta, una expansión sin precedentes del desempleo (que alcanza ya al 23% de la población activa, esto es, a más de 3,5 millones de personas), de la precarización (que afecta al 40% de la población asalariada), y de la marginación y la exclusión a todos los niveles. Cáritas menciona la existencia de más de ocho millones de pobres. Igualmente, los niveles de endeudamiento público y privado se desatan afectando a los sectores más débiles de la sociedad, mientras que, en paralelo, el pago de ese alto endeudamiento beneficia a los sectores más potentados de la estructura social, que ven como sus patrimonios se multiplican a costa del tremendo esfuerzo de la mayoría de la sociedad.
Al mismo tiempo, los desequilibrios ambientales no han hecho sino agravarse en los últimos años, en paralelo con el desarrollo de un crecimiento y una inversión que no sólo son incapaces de generar empleo neto (es más, lo reducen y precarizan), sino que incentivan un uso creciente de recursos y disparan los impactos sobre el entorno de las actuales formas de producción y consumo, y de la estructura territorial que lleva aparejada; que se caracteriza por el crecimiento constante de las grandes concentraciones urbanas en forma de "mancha de aceite". En el último periodo todos estos problemas están adquiriendo una dimensión que ya es imposible de soslayar, y el camino hacia la Unión Económica y Monetaria, definida en Maastricht, amenaza con agravar aún más los presentes desequilibrios económicos, sociales y ambientales. Sin embargo, los principales centros de poder económico, estatal e internacional, los medios de comunicación de masas (controlados asimismo por las elites del dinero), y prácticamente el conjunto de la clase política (condicionada igualmente por el poder del capital), nos aleccionan continua y machaconamente de que este camino hacia el abismo es el único existente y, que por tanto, es ineludible e irreversible. No existe alternativa, se nos dice.
Es preciso, pues, que superemos la pasividad que se nos quiere imponer, que impulsemos una reflexión crítica de hacia dónde conducen las vías de hierro que se nos imponen, y que fomentemos la coordinación y organización de todos aquellos sectores sociales afectados por los proyectos del poder para desarrollar estrategias comunes de resistencia ante los mismos y, lo que es más importante, actividades de transformación social con el fin de que, entre todos, podamos construir un mañana que nos niega la lógica depredadora y socialmente excluyente del capital.
Es pues hora ya de recuperar la voz y juntos denunciar la construcción de la Unión Europea, cuyos principales valedores son las elites económicas del continente. Una UE que se edifica de forma absolutamente antidemocrática y cada vez más de espaldas a las sociedades de los países miembros, que profundiza las relaciones de dominación y saqueo sobre los países de la Periferia, y que además contribuye, junto con la globalización económica, a:
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El "proyecto de progreso" de la UE, genera represión social:
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El capital se ausenta de la financiación de un Estado que sólo le reporta beneficios:
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El agravamiento de los impactos ecológicos (y sanitarios) y los desequilibrios territoriales:
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El proyecto "europeizador"-globalizador se sustenta progresivamente en el vacío con ayuda de los mass media:
Todo ello se verá agravado en gran medida en el futuro por la creación (como prevé la actual Conferencia Intergubernamental para la Reforma del Tratado de Maastricht) de la "Europa a distintas velocidades", y el desplazamiento de su centro de gravedad hacia el Norte y hacia el Este, que tendrá importantes repercusiones para un espacio meridional y periférico, como es el caso del Estado español. Máxime tras la ampliación a casi 30 miembros que se contempla para la UE del año 2000, que significará una reestructuración cie los presupuestos comunitarios y un recorte sustancial de los fondos (estructurales, de cohesión y especialmente agrícolas) que nos llegan de Bruselas.
El mito de la "construcción europea", en su día potente para el conjunto de la sociedad, se desmorona progresivamente a los ojos de amplios sectores sociales, especialmente de aquellos afectados por el despliegue del modelo. En concreto el intento de intentar vender como intereses comunes y universales lo que sólo son los intereses de una minoría. Y más en particular la receta que lo acompaña, esto es, la necesidad de espolear la competitividad a cualquier nivel, como objetivo supremo en el que deben estar interesados todos los sectores sociales. Sin embargo, es preciso resaltar que esta creciente ruptura de la imagen del proyecto europeo adopta un carácter disperso, atomizado, está huérfana de un discurso crítico y, por lo tanto, no tiene ninguna expresión organizativa, movilizadora o política, que suponga, hasta ahora, un problema para las estructuras de poder.
Esta creciente quiebra de la imagen del proyecto europeo se verá incentivada, pensamos, como consecuencia de la exigencia del capital al poder político (en la actualidad al nuevo gobierno del PP), de acceder a costa de lo que sea a la moneda única (se prevé un recorte de dos billones de pesetas en los Presupuestos del Estado para 1997). Aunque la sociedad (pues los excluidos es probable que crezcan como la espuma al filo del siglo XXI) y el entorno ecológico queden hechos trizas en el camino. Y es de esperar que entremos, quizás, en una etapa de una mayor disposición para que prospere el pensamiento crítico, y se promueva una mayor capacidad de movilización social que permita decir basta ya a toda esta demencia.
Pero esto no acontecerá si no actuamos. Y para que ello sea así, es preciso que desarrollemos un movimiento social a escala estatal, lo más amplio posible, contra la "Europa" de Maastricht y la globalización económica, con un contenido liberador, es decir no xenófobo ni racista, sino internacionalista, solidario con las poblaciones de la Periferia, por la equidad y contra la marginación, e igualmente antipatriarcal. Así como que confluyamos, a escala europea, con movimientos similares que se están gestando en la mayoría de los países de la UE. Este movimiento debe respetar la diversidad y autonomía de cada una de las organizaciones que participe en él, como un aspecto enriquecedor de su configuración y funcionamiento; tiene que conectar con plataformas sectoriales ya existentes con el fin de conseguir la mayor difusión posible; y es preciso que impulse plataformas locales, regionales y nacionales para lograr su mejor articulación. Un movimiento, en suma, que debe profundizar en el discurso crítico sobre las consecuencias que se derivan de la "europeización" y mundialización de las relaciones económicas, posibilitando un amplio debate político y social, y que tiene que desarrollar estrategias de resistencia y transformación ante las mismas, contribuyendo al mismo tiempo a la elaboración de alternativas al "pensamiento único" que se nos trata de imponer a toda costa.
Es hora de decir:
¡BASTA YA!Movimiento contra la Europa de Maastricht y la globalización económica
Contacto: Aedenat, c/Campomanes 13, 28013 Madrid.
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