Comida, no Bombas
Keith McHenry, fundador del movimiento Comida, no Bombas, surgido en EEUU en 1980, y coautor del libro del mismo nombre editado por Talasa, explica a continuación el desarrollo de este movimiento, sus experiencias con la represión policial, judicial y carcelaria, las relaciones con otros movimientos sociales,… Se trata de un resumen en primera persona de una charla que dio en Gasteiz el pasado 16 de octubre, resumen elaborado por la revista Hika y aparecido en su núm. 72.
Fundamos el movimiento Comida, no Bombas en Boston en 1980. Nosotros eramos activistas antinucleares y estábamos protestando contra el poder nuclear, concretamente contra un Banco que era el principal inversor de unos proyectos nucleares en el norte de la ciudad. A través de este hilo nos habíamos ido dando cuenta que los intereses del Banco iban más allá del terreno nuclear. Nuestra conciencia inicialmente muy ecologista fue adquiriendo más matices.
Aprovechando una reunión de banqueros, decidimos amargarles la fiesta. Nos disfrazamos como los pobres de la época de la Gran Depresión de los años 30. Nosotros sólo eramos 8, pero fuimos recolectando homeless (gente sin hogar, sin techo), a los que invitamos a comer, y llegamos a agrupar 200. Descubrimos que ésta podía ser una buena iniciativa.
Yo dejé mi trabajo en esta época, hace 16 años. Me influyó en tomar conciencia, precisamente, mi ocupación laboral. Me dedicaba al mercado mayorista de frutas y verduras y comprobaba la cantidad de género que tirábamos todos los días, género que podía ser aprovechado por gente necesitada. El otro colega que ha escrito conmigo el libro de Comida, no Bombas, tuvo un proceso similar. Él era panadero y también asistía impasible al desperdicio de grandes cantidades de pan que podían servir para dar de comer a los marginados.
De este modo, comenzamos por crear un grupo que empezó a dar comidas establemente en Boston. Dábamos comidas calientes. Se las llevábamos a mujeres maltratadas, o a los huelguistas, o a los lugares en que sabíamos que había determinadas movilizaciones.
De Boston a San Francisco
En 1988 creamos el segundo grupo de nuestro movimiento en San Francisco. Nuestra experiencia aquí fue dura pero interesante. Ese año comenzamos por escribir una carta al Gobernador con una serie de demandas para los excluidos. No nos contestó, pero envió a la policía, que comenzó a arrestar a gente del movimiento, que ya había empezado a dar comidas. En agosto las personas arrestadas ya eran 100.
El alcalde, para evitar seguir por la vía represiva dura, dio un permiso temporal que nos permitía servir comidas. Sin embargo, al verano siguiente, continuó la represión. Nos desmantelaron con agua a presión y porrazos un campamento de tiendas de campaña que habíamos ubicado frente al Ayuntamiento y en el que, junto a activistas del movimiento, se encontraban personas sin techo. En aquel año 89, repartimos durante 17 días seguidos a los largo de las 24 horas comida a los sin techo. La policía detuvo a otras 100 personas.
Sacando partido a la represión
En 1990 se repitió la misma movida, pero al año siguiente tocaron elecciones a alcalde. Éste, no podía emplear la represión sin un coste electoral. El contrincante del alcalde era el jefe de la Policía de San Francisco. Su alternativa era poner a los sin techo en un campo de trabajo con una pancarta que dijera El trabajo os hace libres. El jefe de la Policía ganó las elecciones y, ya de alcalde, sacó una ordenanza para limpiar San Francisco de marginados. Consistía en la formación de equipos de tres funcionarios: un policía, un técnico psiquiátrico y un basurero. Estos equipos recorrían las calles buscando mendigos dormidos. Los despertaban y, según fuera su reacción, los enviaban a la cárcel o al psiquiátrico. El basurero se encargaba de arrojar a la basura los pocos enseres que pudiera tener el indigente. Las protestas consiguieron frenar esta normativa.
La represión continuó, y en el 93 hubo 700 detenidos y 17 furgonetas de comida confiscadas, además de mesas y utensilios destruidos. Como colchón solidario contra la represión, ideamos una campaña de un mes de duración que nos dio buen resultado. Cada día del mes venían a dar comida determinados colectivos sociales conocidos en la ciudad. El día que le tocó a los abogados, la policía detuvo a los comensales en lugar de a los abogados.
Mi relación con la represión ha sido intensa. He estado 6 meses encarcelado, salí con una fianza de 15 millones de pesetas obtenida a cambio de una hipoteca solidaria de un teatro alternativo, y me he librado de la aplicación de la Ley de los 3 golpes gracias a la presión popular. Esta ley dice que, si te han condenado 2 veces, la tercera condena te supondrá cadena perpetua, fueran las que fueran las condenas anteriores. Gracias a la movilización de muchos colectivos sociales conseguí que el propio Gobernador de California negociara la retirada del tercer proceso (una bronca con una funcionaria en la que se había roto un cristal, yo me había hecho un corte y me acusaban de agresión con arma de matar). Toda la respuesta antirrepresiva nos ha ayudado mucho a darnos a conocer y nos ha permitido extender el movimiento. Hoy somos más de 130 grupos entre EE.UU. y Canadá.
Radios libres y casas, no cárceles
Otra experiencia interesante es la de las radios libres. Veíamos que necesitábamos hacer contrainformación para frenar a los mass-medias. Comenzamos con dos radios. Nos multaron con 25.000 dólares. Nos negamos a pagar y nos llevaron a juicio, pero el Gobierno no tenía cobertura legal para acusarnos. Le faltaba una ley contra radios libres de menos de 100 w. de potencia. Eso nos llevó a montar a toda prisa multitud de radios libres. Hemos llegado a las 300, entre EE.UU. y Canadá.
La experiencia de Casa, no Cárceles también nos ha dado muy buenos resultados en San Francisco, Seattle, Boston… Primero, buscábamos que no eran de nadie según el registro del Ayuntamiento, se lo comunicábamos a la gente necesitada de hogar y pasábamos a ocuparlas. Las arreglábamos, adecentándolas y despistando a la policía y al resto de los vecinos que creían que las habíamos alquilado. En Estados Unidos hay muchas casas que no tienen propietario registrado, pues son fruto del auge de la especulación financiera. Fueron compradas con créditos ficticios endosados de unos especuladores a otros.
Keith McHenry
(Extraído de Hika, núm. 72)