A tres años de la ofensiva militar contra las comunidades zapatistas

Concepción Villafuerte

Se han cumplido 3 años que la ofensiva militar destruyó las pocas pertenencias de los habitantes de Guadalupe Tepeyac, el pueblo fantasma quedó abandonado, a merced de los soldados que ocupan las casas para la prostitución. Muchos poblados de las cañadas fueron y siguen siendo violentados por militares.

Al igual que el 9 de febrero de 1995, los habitantes de las comunidades indígenas de la selva Lacandona siguen siendo hostigados por el ejército federal, amenazados, sitiados, coartados en su libertad de tránsito y, sin embargo, siguen. Siguen resistiendo, siguen rebelándose, siguen estando firmes en sus convicciones de Libertad, Justicia y Democracia.

Chiapas está totalmente militarizado. Los operativos sorpresa ocurren en cualquier momento y en cualquier esquina. De pronto montan un retén, revisan vehículos y personas, abren maletas y compartimientos. Todo eso es ilegal.

Si en las ciudades los militares y policías operan de esa manera; en las comunidades indígenas la situación es mucho más grave, pues los militares no llegan a revisar, allí viven.

La fuerte presencia de los soldados impide a todas luces que una comunidad pueda realizar sus actividades normales, más en el campo que ni a letrinas llegan.

Las mujeres no salen a lavar la ropa, ni pueden ir por leña al monte, ante el temor de las incursiones militares y del abuso que pueden cometer con ellas.

Los hombres salen a la parcela con temor a ser detenidos, interrogados, o desaparecidos. Los niños se están acostumbrando a la presencia militar que los hostiga, que los limita. La vida junto al ejército no puede ser normal, nadie puede vivir eternamente vigilado y mucho menos con un arma que siempre apunta al blanco que es la comunidad.

Cómo entonces se puede creer en un gobierno que se desgañita pidiendo la paz. Exigiendo que el EZLN vuelva a sentarse a la mesa de San Andrés ¿Para qué?

En esta ciudad es muy desagradable ver a las patrullas militares estacionándose en cualquier calle con sus tanquetas y vehículos de guerra, para realizar sus compras cotidianas, o solo para hablar por teléfono.

Si en esta ciudad donde habitan más de 100 mil pobladores, es desagradable ver ese espectáculo, lo es peor en una pequeña comunidad habitada por 50 o 100 familias. Casi se puede calcular que en cada comunidad hay un soldado por familia. Eso se llama "estado de sitio".

Pero más aún, en la zona de Chenalhó se pertrechan hasta tres o cuatro retenes antes de llegar a Polhó. ¿Por qué tanto miedo? ¿Por qué tanto abuso? ¿O cómo se puede llamar esa ostentación de fuerza?

Mientras el ejército federal siga incrementando su tropa, el conflicto chiapaneco crecerá y estallará a cada rato. El Secretario de la Defensa dice que no quieren violencia. La sola presencia del ejército es violenta.

TIEMPO #56
Que informa y orienta
Del 11 al 13 de febrero 1998







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Cesena, Italia, Pianeta Terra
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